sábado, 14 de noviembre de 2020

Una parábola para exponer el por qué de la precariedad del Antiguo Testamento

 

La parábola de “El grupo de catequesis”.

 

            A un experimentado catequista se le encomendó un nuevo grupo para su catequesis. El grupo estaba compuesto por jóvenes con muchos problemas: había chicos con adicciones varias, algunos con profundos problemas de comportamiento, y muchas otras dificultades.

            Cuando el catequista tuvo su primer encuentro con estos jóvenes les preguntó qué pensaban acerca de la vida y de la muerte, acerca del hombre y de Dios. Y se dedicó a escucharlos con corazón abierto y atento. Entre las ideas que expusieron los chicos, las había de todas clases. También había mucha confusión e ignorancia.

Y este catequista experto supo que hacer crecer a este grupo –tanto por sus problemas de vida, cuanto por sus ideas confusas– le llevaría un largo proceso catequístico. También su experiencia le hacía ver claramente que tendría que tolerar en esos jóvenes –y quizá durante largo tiempo– muchas imperfecciones e incoherencias.

Y esto, no porque el catequista quiera que esos problemas permanezcan allí; al contrario: él quiere ayudarlos a liberarse de esos problemas cuanto antes. Pero este sabio catequista sabe que ayudar a crecer es un proceso delicado, que requiere de pasos graduales, para que sean asumidos por cada uno con conciencia y decisión verdaderas. Sólo un necio podría pretender iluminar todos los errores y curar todas las heridas en un solo día...

 

*              *              *

 

Tres años después –y después de mucho trabajo– los mismos miembros del grupo le decían a su querido catequista: “¡Qué mal que estábamos cuando llegamos! ¡Y cuánto nos ayudaste a crecer!”

           

 

2. Explicación de la parábola.

 

            Todo proceso pedagógico implica etapas, pues los seres humanos vamos aprendiendo poco a poco. Y esas etapas suponen que los primeros pasos no son tan perfectos como los últimos. Incluso puede suceder que en esos primeros pasos del aprendizaje, las personas que van creciendo tengan todavía muchas imperfecciones.

La parábola nos muestra un grupo donde no sólo hay imperfecciones, sino que también hay males: confusión, ignorancia, adicciones, problemas de comportamiento, etc. Pero el sabio catequista sabe que curar esas heridas no es trabajo de un día: hay que iluminar las conciencias, hay que fortalecer los corazones, hay que cambiar los malos hábitos... y todo esto lleva trabajo y tiempo.

 Por eso, pretender cambiar todo lo malo en un día es imposible. Inclusive, sucede frecuentemente que –para llegar de una manera adecuada a un determinado tema de debate y crecimiento– haya primero que dar tres o cuatro pasos previos, para preparar la aparición de esa cuestión delicada.

            Algo parecido a todo esto sucede cuando Dios se va revelando a la humanidad. Dios entabla un diálogo que implica etapas. Y, como vimos, las primeras etapas no son tan perfectas como las últimas. Y esto es así a causa de la imperfección del hombre, que Dios conoce y asume.

            Esto explica que en los textos más primitivos del Antiguo Testamento haya “elementos imperfectos y pasajeros” que hacen a “la divina pedagogía del amor salvífico de Dios” (CCE 122, citando DV 15). Textos que muestran a un Dios vengativo, ideas precarias o actitudes éticas deplorables, no pretenden ser Revelación de Dios, sino que expresan las ideas y vivencias que el Pueblo de Dios tenía al comienzo de su proceso catequístico. Y Dios –indudablemente, el más sabio y paciente de los catequistas– soporta esas ideas y actitudes en su Pueblo, y las va corrigiendo poco a poco. Cuando llega la plenitud de la Revelación, con el envío del Hijo y del Espíritu Santo, aquellos errores del Pueblo alcanzan su rectificación final.

Y así como en todo itinerario pedagógico, hay que juzgar el conjunto del proceso a la luz de los frutos finales, también hay que corregir esas visiones inadecuadas que el Pueblo tiene al principio de la Revelación, con la Revelación plena y definitiva que la Trinidad hace en la Nueva Alianza.

Los ejemplos posibles son numerosos, comenzando con la frase que titula este capítulo: “Endureció Dios el corazón del Faraón...” (Éxodo 9, 12; 10, 20; etc.). Ante esto es lógico preguntarse: ¿Cómo puede ser que Dios le endurezca el corazón al Faraón, y luego lo castigue por tener el corazón duro? Lo cierto es que, en aquellas primeras etapas de la Revelación, el Pueblo creía que la omnipotencia de Dios era la causa de todo: tanto de lo bueno, como de lo malo. Y la razón de esto no es difícil de entender, pues ellos pensaban así: “Si Dios es omni-potente, es decir, todo-poderoso, quiere decir que tiene todo el poder y, por tanto, nadie más puede tener ni siquiera el 1 % de poder; pues, si alguien tuviera aunque sea sólo un 1 % de poder significaría que Dios no tiene todo el poder, sino sólo el 99 %.” Con el tiempo, Dios le fue haciendo entender a su Pueblo que, si bien Él es omnipotente, también es –inseparablemente– sabio y bueno y que, por eso, “retrae” bondadosamente su poder infinito, para dejarnos a nosotros un espacio de verdadera libertad.

Y Dios también le hizo entender que Él nunca es la causa del mal. En este rubro está el que –a mi parecer– es el ejemplo más claro de cómo la Biblia “se corrige a sí misma” o, mas bien, “corrige en sí misma” una idea errónea que el Pueblo de Dios había consignado siglos antes. Pues, si se compara 2º Samuel 24, 1 con 1º Crónicas 21, 1, se verá que en el primer texto se dice que quien tienta a David es Dios, mientras que en el segundo texto se dice que el tentador es... ¡Satán! La razón de semejante diferencia es que son dos textos de épocas distintas –entre los que median varios siglos– y, durante esos siglos Dios le fue enseñando a su Pueblo que el mal nunca surge de Dios, sino que surge de las creaturas, que son realmente libres. Por eso el texto de Crónicas corrige el texto anterior del libro de Samuel.

Y los ejemplos podrían seguir. Sólo consigno uno más, que es muy importante. Dios manifestó que es Trinidad de Personas –Padre, Hijo y Espíritu Santo– recién en la última etapa de la Revelación. La razón de esto es que, si lo hubiera revelado antes, probablemente el Pueblo hubiera caído en el politeísmo, entendiendo que eran tres dioses. Sólo después de largos siglos de “catequesis monoteísta” la Trinidad se reveló como tal, marcando un delicado equilibrio: Dios ni es una sola persona, ni tampoco hay tres dioses, sino que Tres Personas Divinas distintas son una comunión consustancial. Si a nosotros hoy –después de tanto tiempo, experiencia y reflexión– nos resulta difícil percibir estas alturas del Misterio de Dios ¡cuánto más le hubiera costado a Abraham o a David, varios milenios atrás!

Como conclusión general podemos decir que: cuando un contenido del Antiguo Testamento resulta problemático de entender, debemos fijarnos cómo corrige el Nuevo Testamento ese tema y, darnos cuenta que la precariedad del texto antiguo era “paciencia de Dios” que no podía corregirnos todo desde el principio.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Dos parábolas sobre Dios Creador y su creación

 

Dios está dando el ser a todas las cosas, a cada instante.

1.a. La parábola de “El ventilador”.

            Si yo enchufo un ventilador, el ventilador comienza a moverse. Si lo desenchufo, deja de moverse, pero no deja de existir.

            Esto es así, porque la electricidad sólo es causa del movimiento del ventilador, pero no de su existencia. La existencia del ventilador depende de otras causas –como los materiales de que está compuesto, etc.– todas cosas que no son la electricidad. Y por eso el ventilador sigue existiendo, a pesar de que lo desenchufemos.

 

1.b. La parábola de “El manantial y la laguna”.

            En un bello paraje, había una hermosa laguna. Gracias a ella verdeaban los juncos, florecían las plantas, bebían los animales y se arremolinaban los pájaros en las copas de los árboles frondosos.

            Pero esta laguna no existía por sí misma: su agua procedía de un manantial ubicado en las alturas de las montañas lejanas. Nadie se daba cuenta de la relación existente entre aquel manantial y esta laguna, pues el agua llegaba a la laguna por un arroyo subterráneo, invisible a los ojos humanos.

            Pero, a pesar de ser invisible, la relación entre el manantial y la laguna es real: si el manantial dejara de fluir, la laguna dejaría de existir.

 

2. Explicación de las parábolas.

            No siempre encontramos entre los cristianos una comprensión cristiana de la relación entre Dios y su creación. Muchos cristianos tienen una concepción en la cual Dios sería como un gran relojero: Dios crea todo, lo arma todo, le “da cuerda” a su creación –como el relojero a su reloj– y el universo queda andando, independientemente de Dios.

            Pero esta concepción no es cristiana. Lo que el cristianismo nos enseña es que Dios está dando el ser a cada cosa, a cada instante. Todo lo que existe depende radicalmente de Dios, para seguir existiendo. Dios sostiene en el ser, misteriosamente –es decir, invisible y realmente– a todo lo que existe, a cada momento.

            El principio metafísico que expresa esto, dice así: “un efecto depende de su causa, en todos aquellos niveles en los cuales la causa funciona como tal.” Parece difícil de entender, pero no lo es. Para ilustrarlo nos sirve la parábola anterior.

            El ventilador depende de la electricidad como causa de su movimiento, pero no de su existencia. Por eso, si lo desenchufamos deja de moverse pero no deja de existir. Dicho con las mismas palabras del principio expresado anteriormente: “el ventilador depende de la electricidad, en el nivel del movimiento, nivel en el cual la electricidad funciona como causa.” Pero “el ventilador no depende de la electricidad en el nivel de la existencia, nivel en el cual la electricidad no funciona como causa.”

            Pasemos ahora de los ejemplos a las realidades: Dios es nuestra causa a todo nivel, pues es el Creador de todo lo que somos y tenemos. Si nos “desenchufáramos” de Dios no sólo dejaríamos de movernos –como el ventilador– sino que dejaríamos de existir.

            Gracias a Dios, los enchufes están de su lado y no del nuestro, por eso no podemos desenchufarnos de Dios: Él nos dio, nos da y nos dará el ser, por siempre.

 

            La parábola del “El manantial y la laguna”, por su parte, quiere recalcar la relación real de dependencia en el ser, que hay entre nosotros –pequeñas expresiones del ser– y el “Manantial Infinito y Eterno del Ser y de la Vida”, que es Dios.

            Pues de modo semejante a como la laguna existe gracias al manantial, pues éste le comunica algo de su caudal; también nosotros existimos porque Dios nos da el ser.

Y así como el vínculo entre la laguna y el manantial es invisible pero real –tan real que sin ese vínculo la laguna dejaría de existir–; de modo semejante nosotros estamos permanentemente unidos con Dios, que es el “Manantial del Ser” y –sin esta unión con Él– desapareceríamos.

                                                                                

Tomado del libro “Parábolas fáciles sobre temas difíciles”,  de Jorge Fazzari,

Buenos Aires, Editorial Claretiana, 2004.

 

 

Audio de la clase del 12/11: Cuestión 18 - Big Bang, evolución y creación

AUDIO CUESTIÓN 18 

jueves, 5 de noviembre de 2020

Audio de la clase del 5/11: Fe y razón

CLASE DEL 5/11/20 

Cuestión 11: Fe y razón. Resumen desde el Catecismo de la Iglesia Católica (CCE)… y algún comentario mío.

1. Contexto

El Catecismo de la Iglesia Católica presenta la revelación divina en tres capítulos sucesivos:

   - el hombre que busca a Dios, pero no puede encontrarlo con sus solas fuerza humanas (CCE 27-49),

   - por eso Dios sale al encuentro del hombre con su revelación que culmina con el envío de su Hijo y con el don del Espíritu Santo… revelación que se sigue transmitiendo en la historia por el Espíritu y la Iglesia (CCE 50-141),

   - una vez que Dios viene hacia el hombre, éste puede responder a esa revelación –que es también una invitación a vivir en alianza con Dios–  con las virtudes teologales de la fe, la esperanza y el amor de caridad.

 

2. El texto de CCE 142-165. Ideas principales.

- Introducción (142-144)

- Abraham y María aparecen como los grandes ejemplos de fe del Antiguo y del Nuevo Testamento (CCE 145-149)

- La fe es una virtud teologal, es decir, establece una relación directa con Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo (CCE 150-152)

- Las características paradojales de la fe:[1]

                   - es una gracia de Dios y es una actividad del hombre (CCE 153-155)

                   - es sobrenatural en cuanto fe, pero implica la inteligencia natural humana (156-159)

                   - es libre, porque no puede imponerse, pero es necesaria para la salvación (160-161).[2]

                   - es virtud del peregrino, pero mira a alcanzar la meta del encuentro con Dios (162-165).[3]

 

3. Fe y razón.

- Desarrollemos los principales elementos de la relación entre fe y razón (CCE 156-159) que son propios de esta asignatura.

   1. La fe es “sobre” la razón, porque es sobrenatural. No es “sin” razón, y tampoco es “contra” la razón.

   2. “La fe y la razón son como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva a la  contemplación de la verdad” (San Juan Pablo II, Fides et ratio 1). Con la “sola fe” (Lutero) o con la sola razón no vamos muy lejos.[4]

   3. Creer es un acto del espíritu humano (razón y voluntad) que acepta la revelación de Dios, con la ayuda de la gracia (cf. CCE 155).

   4. Es razonable creer a Dios, pues Dios es Sabiduría y Amor infinitos y no puede equivocarse ni querer engañarnos (le creemos a un buen médico o a un buen profesional que consultamos ¿por qué no creer a Dios que es más competente que cualquier humano?). Y además la revelación de Dios nos da la ayuda de elementos que hay en la historia: 1500 años desde Abraham hasta Jesús, las profecías que se cumplen, los milagros y la resurrección de Jesús, su coherencia y santidad de vida, la duración del cristianismo a lo largo de los siglos (si no estuviera el Espíritu Santo y dependiera de sólo nosotros no hubiera durado ni 20 años…).

   5. La fe es cierta porque el que revela es absolutamente confiable. Pero conserva un cierto grado de inquietud porque no vemos con nuestros propios ojos lo que creemos… y el espíritu humano se queda satisfecho con la evidencia.[5]

   6. Sin pensar no se puede llegar a creer: ante tantas religiones distintas ¿cómo puedo llegar a elegir una si no puedo discernir, si no puedo criticar? Por lo tanto, pensar bien me puede llevar a la fe.

   7. Y llegado a la fe, naturalmente que voy a querer conocer mejor a Jesús y su mensaje: creer me lleva a “pensar la fe” para creer mejor.

   8. Fe y ciencia no pueden tener conflictos definitivos, porque la fe es revelación de Dios y la ciencia descubre cosas en la creación de Dios. Puede haber conflictos temporarios por varias razones: porque desbordamos nuestros campos de competencia (hacer astronomía con la Biblia o hacer teología con el telescopio), o porque algún dato de alguna de estas disciplinas debe ser revisado porque no es correcto.



[1] La paradoja no es una contradicción (círculo cuadrado) sino la contemplación de dos verdades sobre Dios que –vista cada una en sí misma‒ vemos que corresponden a Dios pero que –cuando queremos sintetizarlas en una contemplación única‒ nuestro pobre espíritu limitado se ve desbordado por la infinitud de Dios. O, dicho de otro modo: la paradoja nace de la convicción de que todas las perfecciones deben existir en Dios, aunque nuestra pobre mente no pueda compatibilizar su coexistencia. Que Dios sea, al mismo tiempo, infinitamente perfecto (lo cual incluye el atributo clásicamente denominado “inmutabilidad divina”) e infinitamente amoroso y compasivo nos parece correcto; pero poder conciliar “inmutabilidad y compasión” queda más allá de nuestra contemplación terrena.

[2] Esto no implica que una persona que no tenga una fe religiosa explícita no pueda salvarse porque hay “creyentes implícitos” (cf. LG 16). Al contrario, una persona que está en la Iglesia “con el cuerpo, pero no con el corazón, no se salva” (LG 14).

[3] Con el título que sigue en CCE 166 se abre otra paradoja, en relación con lo que comenzó en 142: “Creo – Creemos”: la fe es una decisión personal, pero nadie se da la fe a sí mismo, como nadie se da la vida a sí mismo: es esencialmente comunitaria.

[4] Es notable que la Biblia nunca habla de la “sola fe”… ni siquiera San Pablo en quien Lutero suele apoyarse. Al contrario, Pablo dice que “la fe actúa por la caridad” (Gál 5,6) y que “ahora subsisten tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1Cor 13,13). Otros textos de Pablo con las tres virtudes teologales: 1Ts 1,3; 5,8; 1Co 13,7; Rom 5,1-5; Rom 12,6-12; Col 1,4-5; Efe 1,15-18; Efe 4,2-5; 1Ti 1,11; Tit 2,2.

[5] En la duda, la opinión y el conocimiento los dos elementos de la inquietud y de la certeza son inversamente proporcionales: en la duda hay mucha inquietud y ninguna certeza; en la opinión hay menos inquietud y hay más certeza; y en el conocimiento desaparece la inquietud porque alcanzamos la certeza. La fe es extraña, en comparación con estos modos del conocimiento natural: tiene total certeza pero conserva cierta inquietud, hasta que veamos a Dios “cara a cara” (1 Cor 13,12).

jueves, 8 de octubre de 2020

Audio de la clase de repaso 5 - 8/10

 En el siguiente enlace está el final del repaso de la Cuestión 8, con los "11 datos sobre Jesús" y la presentación de la Cuestión 17 (el problema del mal) que veremos la semana próxima, si Dios sigue queriendo...

REPASO 5